Transdisciplinariedad

Transdisciplinariedad

Las hermanas “menores”

En los últimos años impartí la asignatura de Investigación y textos académicos. En las primeras clases solía pedir a los alumnos que me dijeran nombres de científicos y que me intentaran explicar qué hacían para construir entre todos una definición de ciencia. Casi siempre salían Einstein, Hawking y Madame Curie, y siempre también me situaban las labores de un científico en un laboratorio con bata blanca o resolviendo en un enorme pizarrón larguísimas fórmulas matemáticas. Curioso, en su dibujo mental los científicos siempre estaban ajenos, de espaldas, fuera de la realidad.

Sin embargo, la ciencia, si precisamente sirve para algo, es para derrumbar prejuicios, también los que se han forjado sobre ella misma. Hablaré aquí de unos pocos de manera muy simple y breve.

La ciencia no puede sobrevivir solo en espacios cerrados. Me explico: aunque algunos científicos deban pasar mucho tiempo de investigación en laboratorios o entre papeles haciendo cálculos, las preguntas y problemas que se plantean responder, y que son el primer paso de la investigación, nacen más allá de las paredes de una biblioteca, del laboratorio, de los muros de la universidad. Nacen de la observación de la realidad, de problemas concretos que afectan al ser humano, al mundo, a otras especies…

La ciencia es conocimiento, del mundo y sus fenómenos, y dentro de él, está el ser humano. De ahí que no solo haya ciencias exactas o naturales, también las humanísticas y las sociales, por cuanto el ser humano tiene una relación con el territorio, se organiza en sociedades, se relaciona con otros…; por tanto, no podemos conocer el mundo si desechamos esas “otras” ciencias.

Las ciencias humanas y sociales también son ciencias. Parece obvio y hasta tonto decirlo, pero muchas veces se las ve como ciencias “menores”, fáciles, simples. Para nada, comparten el mismo método científico y muchas veces, precisamente porque ni el ser humano ni las sociedades son exactos ni medibles, su trabajo es mucho más arduo.

Otro tópico, el de que la ciencia es buena y neutral. Pues no, la ciencia la hacen personas, nace inmersa en una realidad concreta y los científicos son personas, con gustos, creencias, costumbres, ideas políticas… y por eso mismo, no puede ser neutral. Y lo mismo su uso, puede este lápiz crear un poema o convertirse en un estilete para sacar un ojo. Precisamente para controlar el sesgo y el uso ético de la ciencia y la investigación, otra vez las hermanas “menores”, con disciplinas como la ética, la filosofía…, ayudan a los científicos a manejar y controlar esos peligros.

Por último, las ciencias no pueden ir solas, se necesitan, necesitan del auxilio, del apoyo de otras. Es imposible estudiar un fenómeno solo desde una disciplina, con unas lentes, con una sola mirada. Y las ciencias “duras” necesitan también, en muchas ocasiones, a las “menores”, para poder entender el fenómeno que es el objeto de su estudio, contemplándolo junto al ser humano y las sociedades en que se produce.

Hoy, por el grado de conocimiento y su especialización, es imposible la idea del sabio de la Antigüedad o del hombre del Renacimiento que buscaba un saber total e intentaba dominar todos los campos del conocimiento humano. Lo que sí es posible es que las ciencias se den la mano y trabajen juntas en el abordaje de problemas de nuestra realidad (enfermedades, la degradación del medio ambiente, las migraciones…) que son complejos y que necesitan respuesta desde trabajos interdisciplinares y transdisciplinares. Esto pasa por que las ciencias humanas y sociales dejen de ser vistas como “menores” y se reconozca su invaluable aportación a la mejora del mundo.

Nayra Pérez Hernández. PhD
Filóloga. Profesora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España.